domingo, 1 de julio de 2007

José y Sofía...In progress



Bueno, dos de ellos son Sofía y José. Dos de aquellos que mandaron a la mierda un par de esquemas. Pero esto aún no lo escribo.

Por ahora, lo que llevo. Porfa comenten y sugieran.

"Había repartido cartas, fotocopiado y compaginado documentos, recibido quejas por su lento actuar, y aún así estaba contento. Dichoso de que pasaran las horas, los días, las semanas y el mes, para recibir el sueldo; ciento sesenta y siete mil novecientos treinta y tres pesos lo hacían feliz, o bien le daban los recursos para poder serlo.
Cien mil pasaban directo al arriendo, los gastos comunes y la alimentación; cuarenta para pagar la infinita cuota de CMR que hasta el momento había sido la gran auspiciadora de su impecable pinta; diez para la micro; cinco para libros y discos (siempre ofertas); otros cinco para “La nación”; diez para disfrutar la juventud; dos mil para sopaipillas, arrollados primavera, u otro concepto afín; tres mil quinientos para cargar el celular; dos mil para el chanchito, mil para dos kilos de palta; y los tres pesos para alguna fundación. Los cuatrocientos treinta pesos restantes eran los que mejor invertía.
El teatro callejero siempre fue su pasión, desde niño amó el circo en especial los payasos, frecuentó las calles del centro para ver los espectáculos de “los hombres estatua” y finalmente decidió tomar cursos de clown en el “El gran circo teatro de Chile” donde fue galardonado por su talento ajeno de pretensiones, pero a pesar de ello, nunca pudo actuar. Sentía que ese no era su rol: a él le correspondía crear, y por ello consiguió trabajo para sostener su empresa, y destinó aquellos pesos sin justificar–divididos en treinta raciones- para el mejor show del día.
Llegaron las cinco y media de la tarde, y se declaró libre. Marcó tarjeta y salió de la oficina para iniciar un largo camino a su casa. Aprovechó de caminar por Ahumada para ver a los vendedores, los transeúntes, uno que otro lanza, y por supuesto, las “Estatuas humanas”. Una le llamó la atención, era una chica muy joven vestida de “Amelie”, la protagonista de su película favorita, a ella le entregó sesenta pesos (lo que corresponde a dos días de colaboraciones), la chica lo miró, le dio la mano y lo sacó a bailar, al terminar se reubicó para quedarse muy quieta a la espera de más gente dispuesta a darle una moneda. José siguió caminando.




“La Tercera” había llegado temprano, como siempre, y eso la alegraba. Tomó el periódico para ver que decía frente al tema. Conflictos limítrofes con Bolivia, tensos díalogos entre políticos-empresarios, críticas hacia Bush, los secretos de la pareja del momento y una amplia fotografía de un popular futbolista quien apostaba por el triunfo de uno de los competidores del campeonato mundial de fútbol. En fin, lo mismo de siempre, y Tunick no aparecía.
Sentía desilusión de que el único tema relevante para ella no fuera motivo de portada, se preguntó si su vida era “importante” y comenzó a buscar en las páginas interiores.
La página 20 anunciaba en un pequeño recuadro el cambio de recorridos automóviles por motivo del desnudo masivo que se realizaría frente al Museo de Bellas Artes, al cual asistiría a como de lugar. Siguió revisando, con la esperanza de encontrar una mejor cobertura.
Cultura y espectáculos dedicaba una plana a Tunick, sus desnudos, la razón que lo traían al país, y cómo llegó a pensar el Parque forestal era el lugar perfecto realizar nuevas tomas para “Nude adrift”, una serie de fotografías tomadas en las principales ciudades del mundo, y cómo Santiago llegó a ser una de ellas por medio de los miles de mails de personas interesadas en sacarse la ropa y un par de otras cosas. Ella quien había escrito meses atrás cerraba el diario tras leer el horóscopo, y se aventuraba a ser parte de un evento que auguraba como imperdible.



Las calles, como siempre, estaban sucias y atestadas de vehículos desenfrenados, uno de ellos era la 606, la micro que debía tomar para llegar a Alameda y así caminar alrededor de diez minutos hacia el lugar de los hechos.
La micro era “una reliquia”, se podía advertir los miles de viajes realizados por el sonido del motor, los ventanales rotos, la desgastada araña en la palanca de cambios, el desteñido “El Señor es mi copiloto” en frente del viejo chofer, en los anuncios de años pasados, y en los asientos; testimonios de romances, infidelidades, declaraciones, propuestas y mentiras. “Andrea y pico”, “Te amo Marcelo profe”, “Dayana me mentiste, pero yo me voy a vengar del conchetumare”, “Lo que voy a contar aquí es la historia…”. Así se mantuvo ocupado durante los cincuenta minutos de viaje en que la micro no había parado de sonar, mezclando el ruido propio con la programación de “Radio Corazón”, que él afortunadamente había podido menguar con su discman, recién comprado, y que había acabado con su tan riguroso presupuesto.
Se puso de pié al pasar por la iglesia San Francisco, era hora de bajar. Tocó el timbre. Santa Lucía era un buen lugar, tranquilo y alegre, pensaba que ese era el lugar donde él se merecía vivir, un lugar para disfrutar. Sin embargo no tenía como ni con quien vivir. Su única compañía era su reproductor de discos, con el cual disfrutaba el Unplugged de Alanis Morissette.
Cuando llegó al Parque Forestal se sorprendió mucho, esperaba ver menos gente, aún así no reconoció a nadie. Había quedado de venir con un amigo pero el acuerdo se había roto por medio de un mensaje en que decía estar enfermo, al cual respondió “Mentira, estay cagao’ de miedo. A lo mejor salgo en la tele, así que aprovecha la cuarentena pa’ buscarme”. De todas formas lo comprendía, él también tenía vergüenza, miedo o algo que le impedía sentirse cómodo, a pesar de estar aún con ropa y de todos esos meses en el Circo Teatro."

Mañana, full edition.

3 comentarios:

doña Vargas-Moreira dijo...

Es difícil no caer en los lugares comunes a la hora de narrar algo. Creo que la gracia (y lo que puede ser muy decidor a la hora de decir si alguien es o no bueno para contar historias) es hacer que estos lugares se vuelvan "conocidos- pero- nuevos" y adorables.
Se me ocurre el lugar común del "chico que salva a la chica" (o viceversa). Al leer, me acordé de que leí en la prensa que a no poca gente le robaron la ropa y todas sus cosas, luego de la aventura desnudista. Creo que Sofía y José deben conocerse en un contexto adverso, donde se necesiten para salir airosos. Si no, cómo crear un lazo, en medio de tanta gente?

Te invito a mi blog :)
saludos!

Pia

Natalia Sánchez Mella dijo...

lindo, morí de risa con el "te amo Marcelo profe" aunq la situación hoy sea un poco distinta, me alegra que quedé inmortalizado en un lugar más allá de La Piojera =)

encuentro que tu relato está estructuralmente bien, pero tengo cero aportes para la historia..

pero bien encaminada

besitos!

salvador parraguez dijo...

wow, que linda historia, me senti muy parte de ella, en estos momentos estoy drogadisimo, estoy bien, increible como un texto puede llegar tan minusiosamente a una persona, es muy agradable de leer, difundelo amigo, esta buenisimo, son detalles los que deben corregir, nada grave, cuidate mucho... te qero.
gracias por entregar un texto tan lindo y a mi parecer original.

salva.