miércoles, 29 de agosto de 2007

...La letra de Utopia

we'd gather around all in a room fasten our belts engage in dialogue
we'd all slow down rest without guilt not lie without fear disagree sans judgement
we would stay and respond and expand and include and allow and forgive and enjoy and evolve and discern and inquire and accept and admit and divulge and open and reach out and speak up

This is utopia this is my utopia
This is my ideal my end in sight
Utopia this is my utopia
This is my nirvana
My ultimate

we'd open our arms we'd all jump in
we'd all coast down into safety nets
we would share and listen and support and welcome be propelled by passion not invest in outcomes
we would breathe and be charmed and amused by difference be gentle and make room for every emotion

We'd provide forums
we'd all speak out
we'd all be heard we'd all feel seen
we'd rise post-obstacle more defined more grateful
we would heal be humbled and be unstoppable
we'd hold close and let go and know when to do which
we'd release and disarm and stand up and feel safe

This is utopia
this is my utopia
this is my ideal my end in sight
utopia this is my utopia
this is my nirvana my ultimate


Alanis Morissette

domingo, 26 de agosto de 2007

"Al duodécimo golpe"




Un sonido le hacía sentir que debía correr más rápido, o mejor dicho, presionar las teclas a la mayor frecuencia posible, a modo de entregar el texto a primera hora de la mañana. Algo le decía que no lo lograría.
Una música sonaba de lejos, y le impedía concentrarse. Algo en su cabeza le decía que podría acabar con su malestar.
Su pelo estaba sucio y enredado, su rostro descuidado y las uñas largas; a el no le importaba.
Tomó el abrigo negro y las llaves de la pieza, estaba decidido a acabar con eso.
Salió a la calle y encontró a unos hombres tomando; recordó aquellos tiempos en que eso para él era suficiente, esos en que no sentía “pititos en el oído” ni ganas de salir de su casa a las 5:25 de la mañana.
De un auto, un chico de unos 15 años le ofreció sexo, diciendo que sólo costaba $5000 pesos y que era absolutamente discreto. Él furiosamente le dijo que se fuera al demonio, que eso no era lo que andaba buscando.
Al caminar dos cuadras sintió con total claridad el sonido que lo había obligado a dejar de lado sus escritos de “Las riquezas de nuestro país”. El lugar era un galpón descuidado, un retrato del paso del tiempo y del arte callejero. Un lugar perfecto
La música era extraña, fuerte, incluso desmedida para un lugar tan tranquilo.
El riesgo era inminente, en cualquier minuto podría arriesgar su vida o ser víctima de quizás que cosa. Pero eso, ya no era su prioridad.
Comenzó a golpear la puerta y a pedir que le abrieran, consciente de lo patético que podía parecer. Al no obtener respuesta, comenzó a buscar algo con que golpear más fuerte. A pocos pasos encontró una piedra de unos diez kilos, con un tinte similar al de la puerta; aparentemente no era el único que había intentado entrar a como de lugar.
Al tercer golpe, una gota comenzó a correr por su frente, dejó la piedra y con la manga del abrigo sacó la huella del cansancio.

Al décimo segundo golpe, sintió un movimiento.

De la puerta salió una chica de look rockero, quien lo tomó del abrigo y lo tiró hacia adentro. La puerta se cerró.
Adentro había unas cien personas, él sintió impresión de no ser el único en el pueblo. Se acercó a la chica y le preguntó a quién podía comprar, y ella le respondió qué acá no se vendía nada. Él sonrió.
La mayoría bailaba, aunque un grupo no menor se encontraba en el costado, jalando seguramente. Giró en sus talones y comenzó a caminar rápidamente hacia ese lugar. Su “premio” estaba demasiado cerca. A punto de llegar, la chica lo tomó del brazo y lo interpeló diciendo: “¡tú no vas a ningún lado!”, él se soltó de ella empujándola hacia un lado. La chica cayó al suelo, él la miró con su expresión más burlesca y siguió caminando.

En el costado, había una mesa de pool cubierta por “coca”. Quien anotaba podía consumir. A él le pareció entretenido, pero le demandaría mucho tiempo, así que se acercó a la mesa e intentó sacar algo. En el acto, un tipo de su edad aunque mucho más fuerte lo tomó y le dijo que para consumir debía jugar, de lo contrario se las vería con él.
Esperó su turno por unos diez minutos, pero la necesidad era más fuerte. Rápidamente se acercó a la mesa a modo de sacar algo y huir.
A punto de llegar, el tipo clavó una cuchilla en su estómago. Cayó en la mesa, sobre su preciada sustancia, que al fin consumía. Poco a poco sentía la música, los recuerdos y las visiones entremezclarse de una forma nunca antes experimentada.
Ahora, podía morir en paz.
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miércoles, 22 de agosto de 2007

Hoy (o mejor dicho ayer): Pedro Lemebel






"...Le dije que no entendía, mientras sentía que él era “cara conocida”. Me volvió a explicar; ahí el cuello polar sobre la cabeza, su rostro y forma de expresarse me hicieron despejar todas las dudas..."






Me despedí de Tito para continuar mi camino hacia el sector del Parque Forestal, con la intención de llegar al Goethe Institute y conseguir entradas para el Festival de Dramaturgia Europea Contemporánea que se realizará desde la próxima semana en varios centros culturales de la capital.
Mi intención era ir a ver “La Fiesta” del italiano Spiro Scimone, en la dirección de Tito Noguera y la actuación de Claudia Di Girolamo, Alejandro Trejo y Ricardo Fernández. Un imperdible.

La micro bajaba por San Antonio y llegaba hasta la Alameda. Decidí bajar en Miraflores por la que caminé hasta llegar al Metro Bellas Artes.
Fuí hacia donde suponía que estaba la calle Esmeralda, donde se emplazaba el Goethe. Nones: seguía siendo Miraflores.
Claramente estaba perdido, así que decidí pedir ayuda. Un hombre con pinta de ejecutivo me dijo que estaba dos cuadras hacia abajo, otra señora me dijo que no recordaba bien. No me quedó otra que devolverme.
Bajé dos cuadras y consulté a un Kiosquero, quien me dio una larga explicación. Le di las gracias y seguí caminando.
Ante la nueva sensación de desorientación, comencé a buscar algún indicio de que la calle era o estaba cerca de Esmeralda. Miré discretamente a ambos lados, pero no vi a nadie, salvo un señor de unos 50 años que caminaba ensimismado un par de pasos atrás de mí. Al llegar a Santo Domingo, dobló con intención de entrar a un edificio esquina, seguramente su hogar. Ante la oportunidad de acabar con mi duda, decidí acercarme.

- ¿Dónde está la calle Esmeralda?
- Debes caminar dos cuadras, no por Miraflores, por la otra.

Le dije que no entendía, mientras sentía que él era “cara conocida”. Me volvió a explicar; ahí el cuello polar sobre la cabeza, su rostro y forma de expresarse me hicieron despejar todas las dudas.
- ¿Eres Pedro?
- Sí.

Estreché su mano, suave y segura a la vez, pronunciando “mucho gusto”. Él sonrió y giró en sus talones, siempre muy sereno, a pesar de todo lo que ha vivido.
Creyendo que no era el momento, opté por no preguntarle nada, iniciando mi camino definitivo hacia las entradas que nunca conseguí.

sábado, 18 de agosto de 2007

¿Cómo llegar a una habitación “Chubi?










Simple. Atraviese la calle mirando hacia ambos lados, abra el portón y camine unos treinta pasos, luego con una llave (si no la tiene, solicítela tocando el timbre y le será enviada por la ventana) abra la puerta del block y comience a subir las escaleras. Al llegar al cuarto piso, tome la llave de color celeste e ingrésela a la cerradura, girando dos veces a la izquierda. Repita la acción esta vez con la cerradura de abajo por medio de la llave incolora. Cuidado con sacar la chapa.
Al ingresar no se asuste; comprenda que ahí viven estudiantes. Gire hacia la derecha sin mirar el baño ni la primera pieza, pues ahí sí que tendrá miedo. Al llegar a la muralla que contiene un afiche de actividades culturales, gire hacia la izquierda e ingrese a la segunda pieza: ha cumplido su objetivo.

Pero, claro, una cosa es llegar y otra muy distinta es comprender las implicancias del concepto. Lea las siguientes líneas.
Un Chubi es un pequeño dulce de chocolate bañado en caramelo color fuete, prácticamente idéntico a la habitación, que mide aproximadamente un metro treinta centímetros de ancho y dos de largo, color naranjo.
Si lo que está viendo no se asemeja a lo descrito, puede que se haya equivocado de pieza o incuso de edificio. En ese caso procederé a describir el lugar con muchos más detalles, a modo que se haga una idea. Si lo logró revíselo de todas formas, pues aparecen indicaciones que pueden ser de vital utilidad. Créame.

La puerta café denota tiempo y descuido; por un lado contiene un collage de una tal “Fer”, probablemente admiradora de Fernando González quien aparece en varios recortes acompañados de frases como “I love you” o “Fuck me…”, también se observan números y fotografías de personajes como Titi Larraín de la serie Casado con hijos, Gollum de la película El señor se los anillos, entre otros. Por el reverso, unos

desgastados horarios del primer semestre con ramos de Cálculo, Álgebra, e Introducción a la Ingeniería (podrá imaginar el terror de quien sí logro conocerla).
El naranjo de la muralla está cubierto por afiches de la película Amelie, del Festival de Cine joven Rengo 2007, de “La pobreza no cae del cielo” (una exposición realizada el año 2006 en el Centro cultural Estación Mapocho, donde aparecen figuras del medio artístico tales como Bono, Alanis Morissette, y la chilena Juanita Parra), una serigrafía en que aparece un hombre de 60 años aproximadamente, un coleccionable de la revista El Pluralista conmemorando el viaje de “Cartagua 2007” y el papel de la carátula del disco “Jardines Humanos” de Francesca Ancarola.
En el cielo, una pantalla de lámpara color rosada.
Aparentemente, el lugar fue recientemente ocupado por otra persona, pues la concordancia ente los elementos de la puerta y el cielo con los de la muralla es casi nula.

Siguiendo con los elementos propios de una habitación, la cama es americana de plaza y media cubierta por franjas cafés y naranjas. El velador es simple, y contiene una lámpara, a su lado dos pares de zapatillas. En el suelo, una bajada de cama celeste con Homero Simpson expresando: “D’oh”. Si está cansado recuéstese, sentirá la comodidad (De acá en adelante las indicaciones sólo servirán para quienes están en la casa). Si necesita aire fresco abra la ventana con mucho cuidado, de lo contrario podría conocer los misterios de la muerte.
Si logra salir airoso del reconocimiento del lugar, guste de revisar el armario ubicado en el pasillo de la casa, podrá ver toda la ropa que ahí se encuentra perfectamente ordenada por tipo e incluso por color. En la parte superior se encuentra una colección del diario La Nación Domingo, que si gusta puede revisar. También puede visitar la cocina y prepararse un agüita de manzanilla o un café. De lo contrario abandone el recinto antes de ser descubierto.

[1] En alusión “Las casas Chubi”, un polémico proyecto habitacional entregado el año 2006 por el Servicio de Vivienda y urbanismo (SERVIU).